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La saga de George Lucas “La Guerra de las Galaxias”, con sus 7 episodios, sigue convertida en un fenómeno de cultura popular impresionante e influyente, para chicos y grandes. Como politólogo y filósofo-teólogo deseo compartir con mis habituales lectores algunas reflexiones acerca del Poder y la Religión con énfasis en el apremiante e inevitable problema del Mal y el Bien, tal como se transparentan a nivel cósmico en la serie tan de moda, que está arrasando taquilla, apenas superada por Titanic. En cada nuevo episodio la saga con imaginación e increíbles recursos tecnológicos corre el riesgo de atender más al éxito de la serie como espectáculo para las masas y dejar en segundo plano la profunda dimensión cosmológica y espiritualista para los buscadores del ´misterio´que sigue reclamando con su firma George Lucas.

Lucha por el Poder
Toda asociación de seres pensantes es un escenario conflictivo donde el Poder es el agente irremplazable de la cohesión social, el encargado de mantener juntos los elementos sociales, solicitados sin cesar por las fuerzas de la disociación. El poder pretende obtener la obediencia de la comunidad, con miras al bien de todos. Y lo hace de dos maneras: por medio de la persuasión y por medio de la coacción (empleo de fuerza legítima para hacer exigibles las obligaciones). El clásico profesor Duverger lo formulaba diciendo que “todo poder es una mezcla de violencia y de creencias”. Y para Friedrich, “todas las situaciones de poder contienen a la vez fuerza (coacción) y consentimiento (razón), pero en proporciones muy variables. El poder basado únicamente en la fuerza y el poder basado únicamente en el consentimiento constituyen un límite extremo irreal, que no existe”.
La Religión es la religazón individual y grupal con el “totalmente Otro” (lo Divino), cuya existencia todas las religiones del mundo reconocen. Para las grandes religiones monoteístas (Judaísmo, Cristianismo, Islam), ese totalmente Otro es una Realidad, el Supremo Ser, Energía sin límites ni condicionamientos, una Fuerza única y absolutamente buena, de donde procede cuanto se mueve, existe, vive y piensa en el universo. Este Bien supremo tendrá la última palabra sobre cualquier tipo de mal, que es carencia de bien. Ángeles, demonios, potestades, galaxias habitadas, seres humanos tenemos dos dimensiones o caras: una oscura y maligna, otra luminosa y benévola. En la conciencia de cada hombre o mujer y de cada grupo social se libra una permanente guerra entre la atracción del Bien y la atracción del Mal, entre la luz y las tinieblas. La balanza hacia uno u otro de los dos mundos la inclina la libertad, donde ella se da.
     La clave política
     La guerra de exterminio entre los Jedi  (caballeros en los que predomina la Luz) y los Sith (los ángeles caídos en los que predomina la Tiniebla) se libra en medio de galaxias, se cuentan en la saga al menos seis con sus correspondientes planetas y dos estrellas de la muerte. En este universo existen diversos sistemas políticos y poderes paralelos como la Federación de comercio. Hay todo tipo de organizaciones, buenas y malas, democráticas y tiránicas, pero todas con el objetivo de reunir el mayor poder para lograr tener supremacía en el universo. Toda la saga puede leerse, así, en clave política, como el mismo George Lucas lo acepta en entrevista al diario argentino “Clarín”. “Me interesa la historia y me llama la atención cómo terminan las democracias, por qué la gente acepta un dictador. Escribí esta historia pensando en Julio César, Napoleón y Hitler. Eso me preguntaba hace 30 años, y me sigo preguntando ahora, porque me da miedo de que siga pasando lo mismo”. Política, guerra, diplomacia y poder se mezclan, pues, para formar las organizaciones en “Star Wars”.  Son ellas:

  • La  R e p ú b l i c a  G a l á c t i c a. Comenzó con una unión entre varios mundos. Su clave de funcionamiento al inicio era de naturaleza democrática. Los planetas miembros elegían a un representante ante el Senado que regía la galaxia de la República, la cual quería llevar justicia, libertad y prosperidad a miles de planetas. En su ocaso estuvo, sin embargo,  plagada de codicia y corrupción.
  • El  I m p e r i o. Palpatine -representante de Naboo, llega a través de manipulaciones a la dirección de la República. Con una masiva maquinaria de guerra, bajo el mando de Darth Vader, subyuga cientos de mundos al servicio de su Nuevo Orden. Con la aparición del joven Jedi (Luke Skywalker), Palpatine es asesinado por Darth Vader; el Imperio entra en crisis; es derrotado en Endor. La nueva Estrella de la Muerte es destruida y la paz vuelve a la galaxia. Los héroes de la Rebelión cantan victoria (Episodio VI. El regreso del Jedi 1983).
  • La  A l i a n z a  R e b e l d e . Grupo de alzados contra el Nuevo Orden de la República (el de la Oscuridad) . Es la resistencia que ocupa  clandestinamente muchas bases en diferentes puntos de la galaxia, eludiendo los golpes del Imperio.
  • La  O r d e n  J e d i. Resulta  configurada  por quienes quieren estudiar la Fuerza y proteger a la galaxia del mal. Sus estamentos principales: * los Maestros que instruyen, * los Caballeros que viajan y defienden la justicia, * los Aprendices, * los Padawan que se forman y practican con Maestro especial.
  • Los  S i t h. Son los malos del paseo; expulsados de la República; refugiados en el planeta Korriban, y condenados a vagar por la galaxia.             

Una clave cosmológica
       En una entrevista con la BBC, Lucas confiesa que “cuando escribí la primera Guerra de las Galaxias, sentí necesidad de impregnarle cosmología. Incluí a la Fuerza dentro de la película para concientizar a los jóvenes sobre la espiritualidad y que se preguntaran sobre el ´misterio´. Que comenzaran su búsqueda. Y en verdad, encuentra uno en su saga elementos tomados del Budismo, el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam, además de ciertos préstamos instrumentales al Gnosticismo (como los que utilizan los caballeros Jedi para su balance entre mente-cuerpo y un conocimiento progresivo filosófico-religioso, que les permitiría ascender a una esfera oculta y capacitarse, así, con miras a influir en el destino de la galaxia).
Lucas siempre ha dicho que sus películas no pueden compararse con una religión ni pretenden inducir una nueva. Repite la siguiente anécdota. Una vez el director de “El Padrino”, Francis Ford Coppola, le sugirió que convirtiera la filosofía Jedi en un movimiento religioso para movilizar el interés global en sus películas. “Recuerdo que me dijo: ‘con la religión se tiene poder real’. Y yo le respondí: ‘Olvídalo, no tengo ningún interés en el poder’”. Tras 30 años de genialidad y la incorporación de lo último en logros tecnológicos, con poder económico y fama más que suficiente en sus manos, Lucas persiste en querer llevar un mensaje espiritual animando a la ´búsqueda del misterio´ sobre todo a las nuevas generaciones. Mantiene unas convicciones.acordes con las tres grandes religiones (judaísmo, cristianismo, islam) y se reservado no otorgar franquicias a quienes alimenten en sus secuelas agnosticismo, ateísmo, maniqueísmo duro.
Nota de terminología: Cosmogonía, conjunto de teorías míticas, religiosas, filosóficas y científicas sobre el origen del mundo. Desde el punto de vista terminológico, la cosmogonía científica suele equipararse hoy a la llamada antes cosmología filosófica, dado que pone más énfasis en la comprensión teórica del “inicio”. Y los orígenes del universo  según los conocimientos actuales se entienden con la teoría evolutiva de la Gran Explosión o Big Bang, apellidada con el nombre de quien la formuló “átomo primitivo de Lemaitre”.[Biblioteca de Consulta Microsoft Encarta 2005. Microsoft Corporation]
Maniqueísmo
Antigua religión que tomó el nombre de su fundador, el sabio persa Mani (216-276). Durante varios siglos representó por varios países un gran desafío para el naciente cristianismo.
            Mani  nació en el seno de una aristocrática familia persa del sur de Babilonia (actual Irak). Su padre, un hombre muy piadoso, lo educó en una austera secta bautista, posiblemente la de los mandeos. A la edad de 12 y luego a los 24 años, Mani creyó haber tenido apariciones, en las que un ángel lo nombraba el profeta de una nueva y última revelación. En su primer viaje misionero, Mani llegó a la India, donde recibió la influencia del budismo. Bajo la protección del nuevo emperador persa Sapor (o Sahpur quien reinó entre 241 y 272), Mani predicó en todo el Imperio, e incluso envió misioneros al Imperio romano. La rápida propagación del maniqueísmo provocó una actitud hostil por parte de los líderes del zoroastrismo ortodoxo. Cuando Bahram sucedió en el trono al emperador anterior (entre 274 y 277), lo convencieron de que arrestara a Mani, culpándolo de herejía. Al poco tiempo Mani murió, no se sabe si en prisión o ejecutado.
        Mani  se autoproclamaba el último de los profetas (como lo habían sido Zoroastro, Buda y Jesús) y cuyas revelaciones parciales -según él-, estaban contenidas y se consumaban en su propia doctrina. Aparte del zoroastrismo y del cristianismo, el maniqueísmo como movimiento religioso reflejaba una fuerte influencia del gnosticismo.
        La doctrina fundamental del maniqueísmo se basa en una división dualista del universo, en la lucha entre el bien y el mal: el ámbito de la luz (espíritu) está gobernado por Dios y el de la oscuridad (problemas) por Satán. En un principio, estos dos ámbitos estaban totalmente separados, pero en una catástrofe original, el campo de la oscuridad invadió el de la luz y los dos se mezclaron y se vieron involucrados en una lucha perpetua. La especie humana es producto, y al mismo tiempo un microcosmos de esta lucha. El cuerpo humano es material, y por lo tanto, perverso; el alma es espiritual, un fragmento de la luz divina, y debe ser redimida del cautiverio que sufre en el mundo dentro del cuerpo. Se logra encontrar el camino de la redención a través del conocimiento del ámbito de la luz, sabiduría que es impartida por sucesivos mensajeros divinos, como Buda y Jesús, y que termina con Mani. Una vez adquirido este conocimiento, el alma humana puede lograr dominar los deseos carnales, que sólo sirven para perpetuar ese encarcelamiento, y poder así ascender al campo de lo divino.
            Los maniqueos estaban divididos en dos clases, de acuerdo a su grado de perfección espiritual. Los llamados elegidos: practicaban un celibato estricto y eran vegetarianos, no bebían vino y no trabajaban, dedicándose sólo a la oración. Con esa postura, estaban asegurando su ascensión al campo de la luz después de su muerte. Los oyentes: un grupo mucho más numeroso, lo formaban aquellos que habían logrado un nivel espiritual más bajo. Les estaba permitido contraer matrimonio (aunque se les prohibía tener hijos), practicaban ayunos semanales y servían a los elegidos. Su esperanza era volver a nacer convertidos en elegidos. Con el tiempo, se conseguirían rescatar todos los fragmentos de la luz divina y el mundo se destruiría; después de eso, la luz y la oscuridad volverían a estar separadas para siempre.
        Durante el siglo que siguió a la muerte de Mani, sus doctrinas se extendieron por el oriente  hasta China, y fue ganando adeptos en todo el Imperio romano, en especial en el norte de África. San Agustín, el gran teólogo del siglo IV, fue maniqueo durante nueve años antes de su conversión al cristianismo. Más tarde escribiría documentos importantes contra el movimiento, que además había sido condenado por varios papas y emperadores romanos. A pesar de que el maniqueísmo -como religión- desapareció del mundo occidental a principios de la Edad media, se puede seguir su influencia en la existencia de grupos heréticos medievales con las mismas ideas sobre el bien y el mal de los albigenses. Aún sobreviven muchas de las concepciones gnósticas-maniqueas del mundo, desarrolladas por movimientos y sectas religiosas modernas, como la teosofía y la antroposofía del filósofo austriaco Rudolf Steiner.

            San Agustín de Hipona

Años 354-430. Teólogo cristiano, el más grande de los “Padres de la Iglesia” y uno de los más eminentes doctores de la Iglesia occidental.

Utilizo ampliamente materiales bien elaborados con objetividad y equilibrio doctrinario por la Biblioteca de Consulta Microsoft ENCARTA 2005, Madrid, con su autorización para utilización no comercial Copyright.
  San Agustín elaboró un método sistemático de filosofía para la teología cristiana. Enseñó retórica en Cartago, Roma y Milán antes de bautizarse en el 387. Sus discusiones sobre el conocimiento de la verdad y la existencia de Dios parten de la Biblia y los antiguos filósofos griegos. Defensor enérgico del cristianismo, elaboró la mayoría de sus doctrinas resolviendo conflictos teológicos con el donatismo y el pelagianismo, dos movimientos heréticos cristianos.
            Nació el 13 de noviembre del 354 en Tagaste, Numidia (actual Souk-Ahras, Argelia). Su padre, Patricio (fallecido hacia el año 371), era un pagano (más tarde convertido al cristianismo), pero su madre, Mónica, era una devota cristiana que dedicó toda su vida a la conversión de su hijo, siendo posteriormente canonizada por la Iglesia católica. Agustín se educó como retórico en las ciudades norteafricanas de Tagaste, Madaura y Cartago. Entre los 15 y los 30 años de edad vivió con una mujer cartaginesa cuyo nombre se desconoce, con la que en el año 372 tuvo un hijo, Adeodatus, que en latín significa ‘regalo de Dios’.
            Inspirado por el tratado filosófico “Hortensius”, del gran orador y estadista romano Marco Tulio Cicerón, se convirtió en un ardiente buscador de la verdad, estudiando varias corrientes filosóficas antes de ingresar en el seno de la Iglesia. Durante nueve años, desde el 373 hasta el 382, se adhirió al maniqueísmo, filosofía dualista de Persia muy extendida en aquella época por el Imperio romano de Occidente. Con su principio fundamental de conflicto entre el bien y el mal, el maniqueísmo le pareció una doctrina que podía corresponder a la experiencia y proporcionar las hipótesis más adecuadas sobre las cuales  construir un sistema filosófico y ético. Además, su código moral no era muy estricto. Agustín recordaría posteriormente en sus “Confesiones”: “Concédeme castidad y continencia, pero no ahora”. Desilusionado por la imposibilidad de reconciliar ciertos principios maniqueos contradictorios, abandonó esta doctrina y dirigió su atención hacia el escepticismo.
            Hacia el 383 se trasladó de Cartago a Roma, pero un año más tarde fue enviado a Milán como maestro de Retórica. Aquí se movió bajo la órbita del neoplatonismo y conoció también al obispo de la ciudad, san Ambrosio, uno de los eclesiásticos más distinguidos en aquel momento, traductor de la Biblia al latín. Fue entonces cuando se sintió atraído de nuevo por el cristianismo. Un día, por fin, según su propio relato, creyó escuchar una voz, como la de un niño, que repetía: “Toma y lee”. Interpretó esto como una exhortación divina a conocer las Sagradas Escrituras y leyó el primer pasaje que apareció al azar:  “ nada de comilonas y borracheras, nada de lujurias y desenfrenos, nada de rivalidades y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo, y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias” (Romanos 13, 11-14). En ese momento decidió abrazar el cristianismo. Fue bautizado con su hijo natural por Ambrosio la víspera de Pascua del año 387. Su madre, que se había reunido con él en Italia, moriría poco después en Ostia, feliz por la respuesta que Dios había dado  a sus oraciones y esperanzas.
            En “Confesiones”, uno de sus principales escritos, Agustín de Hipona refirió de forma autobiográfica y con un brillante estilo literario algunos de los episodios más importantes de su vida. Además, en sus páginas expuso gran parte de su pensamiento teológico y filosófico. Regresó al norte de África y, tras ser ordenado sacerdote en el 391, fue consagrado obispo de Hipona (en la actual Annaba, Argelia) en el 395, dignidad que desempeñaría hasta su muerte. Fue un periodo de gran agitación política y teológica, ya que mientras los pueblos germanos amenazaban el Imperio llegando a saquear Roma en el 410, el cisma y la herejía amenazaban también la unidad de la Iglesia. Agustín emprendió con entusiasmo la batalla teológica. Además de combatir la herejía maniquea, intervino  en dos grandes conflictos religiosos de su época. Uno de ellos con el donatismo, secta que mantenía la invalidez de los sacramentos si no eran administrados por eclesiásticos sin pecado. El otro lo mantuvo con los seguidores del pelagianismo, que negaban la doctrina del pecado original. Durante este conflicto, que fue largo y enconado, Agustín desarrolló sus doctrinas del pecado original y de la gracia divina, de la soberanía divina y de la predestinación. La Iglesia católica apostólica y romana miró siempre con buenos ojos las doctrinas de san Agustín y hoy lo hace el Papa Francisco. La teología católica, lo mismo que la protestante, están basadas en su mayor parte, en las teorías agustinianas. Juan Calvino y Martín Lutero, líderes de la Reforma, fueron serios estudiosos de su pensamiento.
            La doctrina agustiniana se situaba entre los extremos del pelagianismo y el maniqueísmo. Contra la doctrina de Pelagio mantenía que la desobediencia espiritual del hombre se había producido en un estado de pecado que la naturaleza humana era incapaz de cambiar por sí sola. En su teología, los hombres y las mujeres son salvados por el don de la gracia divina. Frente al maniqueísmo, defendió con energía el papel del libre albedrío humano en unión con la gracia divina. San Agustín falleció en Hipona el 28 de agosto del 430. Su festividad se celebra el 28 de agosto.
            La importancia de san Agustín entre los padres y doctores de la Iglesia es comparable a la de san Pablo entre los apóstoles. Como escritor, fue prolífico, convincente y un brillante estilista. Su obra más conocida es su autobiografía Confesiones (397-401), donde narra sus primeros años y su conversión. En su gran apología cristiana La ciudad de Dios (413-426), formuló una filosofía teológica de la historia. De los 22 libros que componen esta obra, 10 están dedicados a polemizar sobre el panteísmo. Los otros 12 se ocupan del origen, destino y progreso de la Iglesia, a la que considera que oportunamente reemplaza al paganismo. Entre el 426 y el 427 escribió las Retractationes, donde expuso su veredicto final sobre sus primeros libros, corrigiendo todo lo que a su juicio ya más maduro consideraba engañoso o equivocado. Sus otros escritos incluyen las Epístolas, de las que 270 se encuentran en la edición benedictina, fechadas entre los años 386 y 429; sus tratados, entre los que destacan De libero arbitrio (388-395), De doctrina christiana (396-397), De Trinitate (399-401) y De natura et gratia (413); y homilías sobre diversos libros de la Biblia.

               El problema del Mal

Al “problema del Mal”, desde muy antiguo todas las filosofías y religiones del mundo han tratado de dar una explicación, que ha resultado a veces errada y a veces sin resultado tangible.

  •        Para Platón, el bien no es un asunto opinable sino un objeto de conocimiento. Conocer y discernir el bien y el mal es el mejor fruto del árbol del conocimiento. Para Aristóteles, las ciencias morales –como son la ética y la política- pueden tener una validez objetiva y universal, casi como la física y la matemática, al menos a nivel de principios. Para Kant, las dos partes principales de la filosofía (la física y la ética) se deslizan al mismo ritmo: la una por el riel de las “leyes de la naturaleza” y la otra por el riel de las “leyes de la libertad”. En ambas hay un conocimiento empírico y un conocimiento “a priori”. La una es “metafísica de lo natural”, la otra “metafísica de lo moral”.
  •  
  • La cultura judeo–cristiana al tratar de explicar el mundo, rechaza la afirmación dualista, de dos principios universales como polos de todo el universo: uno el principio del Bien (Dios) y el otro el principio del Mal (Arihman en la concepción mazdea y maniquea). La Biblia utiliza la palabra hebrea “SATAN” para designar al Adversario del Dios único, como padre y personificación de la mentira y la violencia, que inclina a individuos y colectividades a servir al Mal e indisponerlos contra el Bien. “Satán”, sin ser un anti-dios y teniendo siempre conciencia de ser una criatura inferior a Dios, juega sin embargo un papel dramático en el destino de los hombres, tal como se lo define en el interior de cada uno. Basta leer las páginas del libro de Job, las que se refieren a las tentaciones de Jesús en los evangelios o las inquietantes sobre la lucha por el alma de Fausto en la obra de Goethe.

*Observación importante: Debemos afirmar de una vez por todas que el Mal se constituye en problema solamente para la conciencia humana. Bien asevera el teólogo luterano George Crespy, en su “Ensayo sobre Teilhard de Chardin”, que “el mundo no es malo ni perfecto: es bueno, es sencillamente lo que puede y debe ser un mundo que, contemplado desde nuestro ángulo y según nuestras posibilidades de apreciación, está en evolución y tiende a realizarse a través del hombre. El mal es asunto del hombre. Lo cual no significa que todo mal provenga necesariamente del hombre, sino que todo mal es mal para el hombre”.
G. Crespy Ensayo sobre Teilhard de Chardin, Salamanca, Ediciones Sígueme, pp.150 ss.

            Qué es Bien en nuestro Universo

Teilhard de Chardin establece tres principios generales para unaética dinámica y renovada,”ética de conquista” la llama él. Son tres principios básicos que nacen de una cosmovisión evolutiva moderna, bien fundamentada en los avances científicos del siglo XX, de clara orientación espiritualista y teísta (creyente en Dios) y muy acorde con los grandes datos de la fe cristiana.
1) El primero: “No es, finalmente, bueno sino lo que contribuye al crecimiento progresivo del espíritu”. En virtud de esta regla, un gran número de cosas que podrían haber estado permitidas en una moralidad estática de equilibrio, parecen ahora intolerables. Durante el pasado, el hombre tenía el derecho de emplear su vida como mejor le pareciera, con tal de que no quebrantara los derechos de ningún otro. Pero ahora vemos que ningún uso de la vida ni de los talentos personales son moralmente correc­tos a no ser que, de alguna forma, se empleen en servicio de la humanidad. En la ética de los negocios han predominado las ideas de cambio y de justicia, “tanto por tanto”. En una moral dinámica, la posesión de las riquezas es moralmente buena solo en la medida en que tales riquezas trabajan en la dirección del espíritu. La moral conyugal ya no puede contentarse con la fundación de una familia; su objetivo principal debe ser devolver al amor conyugal todo el poder espiritual que es capaz de desarrollar entre el esposo y la esposa. La moral de la persona individual no podrá ya permitir existencias neutras e ino­fensivas; impondrá a cada persona la obligación de desarrollarse a sí misma, su libertad, su personalidad, sus cualidades, hasta el grado más alto.
2) El segundo principio: “Es más bueno, al menos fundamental y parcialmente, todo lo que procure un mejor crecimiento de espíritu”. En una ética renovada no queda ya lugar para la timidez o para “jugar a lo seguro”. Todo lo que es bueno, todo lo que posee una fuerza ascensional y puede promover una conciencia humana más alta y un crecimiento espiritual, debe ser reconocido y desarrollado.
3) El tercer principio se expresa así: “Es, finalmente, lo mejor aquello que asegure su más alto desarrollo a las potencias espirituales de la tierra”. En una moral dinámica y abierta, la ley general y más alta es la de desarrollar todas las cosas hacia una conciencia superior, hacia un crecimiento espiritual más amplio. Teilhard  está muy al corriente de que estas “perspectivas parecerán locas a los que no ven que la vida es (desde sus orígenes) tanteo, aventura y peligro. Finalmente, una ética renovada y dinámica es una moral religiosa o teísta. La moral de equilibrio es una moral cerrada sobre sí misma; lógicamente puede ser agnóstica y estar absorbida por la posesión del instante presente. “Una moral de movimiento”, en contraste, “está, necesariamente, inclinada al futuro, en la prosecución de un Dios”. En un último análisis de la moral renovada y dinámica de Teilhard, su ética de conquista nos abre a toda una espiritualidad, a un programa de santidad cristiana y a una mística de la unión con Dios en el mundo y por medio del mundo, como lo desarrolla bellamente en su libro El Medio Divino, que está dividido en tres partes: 1ª. La divinización de las Actividades. 2ª.La divinización de las Pasividades. 3ª. El Medio Divino.
Sobre estos temas me permito recomendar el capítulo 12 “ Una energética cristiana” (pp- 185-212) de mi reciente libro Del átomo a Omega. El pensamiento evolutivo de Teilhard de Chardin (2013) España-Colombia, Bubok Internacional.

     Vencer el Mal con el Bien
Teilhard considera que estamos hechos por lo que hacemos y por lo que padecemos. Siguiendo la gran ley de la Evolución (ascendente y convergente), todo lo que hacemos deberá estar encaminado a llegar a Omega (a Dios), a través de Cristo. Está en la mejor línea de San Pablo (Carta Iª a Corintios  3, 23) y de San Ignacio de Loyola en el Fundamento de sus “Ejercicios Espirituales” (nº 23)
“Todas las realidades terrenas  existen para el Hombre.
El Hombre  existe para Cristo.
Y Cristo existe para Dios”
Y afirma que hay dos grupos de pasividades en nuestra vida. Unas son las llamadas “pasividades de crecimiento” y otras las “pasividades de disminución”. Estas últimas son nuestras verdaderas pasividades. Su número es inmenso. Sus formas infinitamente variadas. Su influjo  continuo. Las hay externas e internas. Son males físicos, ambientales, biológicos, psicológicos, sociales, políticos. Todos estos males confluyen en la muerte, “que es el resumen y la consumación de todas nuestras disminuciones: el mal físico y el moral”
                   .Pierre Teilhard de Chardin El Medio Divino (1965) Madrid, Ediciones Taurus  pp. 74-76.

Estrategia para vencer el Mal con el Bien

    En la lucha contra el Mal, -siguiendo a Teilhard- debemos distinguir muy bien dos tiempos en el proceso, si queremos cantar victoria sobre nuestras pasividades:

  • Un primer momentoconsiste en detestar y rechazar con todas nuestras fuerzas el mal, en cualquiera de sus formas. No es una actitud correcta, sana ni cristiana el agachar cabeza, conformarse, cruzarse de brazos, apaciguarse frente a cualquier tipo de mal. Eso es cobardía, fatalismo, rendición antes de luchar. “Cuanto más rechacemos el sufrimiento, en ese primer momento, más nos adheriremos al corazón y a la acción de Dios” (El Medio Divino 78).
  • Un segundo momento, cuando el mal prevalece, a pesar de nuestros esfuerzos, consiste entonces en que sepamos integrar el Mal en el Bien. Es un segundo tiempo en el que debemos reconocer que el mal nos une a Dios y nos realiza a nosotros mismos más plenamente. Tenemos en efecto a Omega evolutor (Dios) por aliado. Como principio general, dado el hecho de la victoria lograda por Cristo sobre todo tipo de mal, “gracias a su muerte y resurrección, nada hay que mate necesariamente, sino que todo en nuestras vidas es susceptible de convertirse en contacto bendito en las Manos divinas y en bendita influencia de la Voluntad de Dios..Él hace que el propio mal -que el estado actual de la creación no le permite suprimir inmediatamente- sirva a sus fieles para un bien superior. Para quienes buscan a Dios, no todo es inmediatamente bueno, pero sí es susceptible de llegar a serlo: Omnia convertuntur in bonum”.

 

 
enf  01-05-16